Translate

sábado, 24 de julio de 2010

MI MUCHOSIDAD

Hay momentos en la vida que parece que uno va por el camino equivocado. Y digo parece, porque yo soy una convencida (desde hace ya un tiempo) que los rumbos nunca están equivocados, en el sentido que las cosas que nos pasan nos tienen que pasar. Ya sé, muchos discutirán conmigo al respecto, pero realmente es mi forma de ver la vida. Y vaya que hablo con propiedad de causa. He vivido momentos muy duros que con toda sinceridad no deseo que nadie los tenga que sortear. Sin embargo, no reniego de ellos, porque han hecho de mí quien soy hoy. Con mis defectos y virtudes, sin dudas, pero soy lo que soy. Y sí, tampoco soy tan tonta como para decir “si viviera otra vez quisiera pasar por todo esto de nuevo”. No. Realmente si pudiera poner marcha atrás y no vivir determinadas situaciones, lo haría. Pero no puedo. Y esto es lo que hay. Entonces, no queda más que mirar hacia adelante y arremeter con todo a esta vida.

Y hoy me encuentro con mis ya 38 tratando de encontrar mi muchosidad. No tengo a un sombrero loco como Alicia que me diga que se me ha ido, ni tampoco he visitado el País de las Maravillas (aunque sí he visto Maravillas en mi país). Sin embargo, siento que algunas cosas no están como deberían estar.

Entonces, me arriesgo a vivir con plenitud, con sinceridad, con intimidad con mi ser. A conocerme, a buscarme, a encontrarme, a desafiarme, a mirarme en el espejo, a descubrirme, a sonreírme y a aceptarme, entre otras cosas. A encontrar la esencia de mi ser, a ser genuina conmigo, a vivir mi propia felicidad sumida por elección en el amor hacia los demás, a aceptar lo que viene y a agradecer por lo que tengo y por lo que no. A descubrir los instantes mágicos que me brinda esta vida y no dejarlos pasar, sino a vivirlos con toda la pasión que ellos merecen. A llorar cuando se me da la gana y a reír cuando se me da la gana, sin importar quién mira o quién no. A ser un modelo original, no repetible. A que mis hijos se enorgullezcan de mí, pero no por ego, sino por amor.

Quizás esté loca por querer vivir en la muchosidad. Pero realmente siento que se puede. Que podemos ser seres esencialmente puros y originales. Que todos podemos recuperar nuestra inocencia y vivir una vida plena, a pesar de los pesares.

Estoy segura y convencida que estoy yendo por donde debo ir. Lo sé, porque las bifurcaciones jamás me llevaron a caminos inseguros o sin salida. Siempre, al final, descubrí el premio que me esperaba, aunque otra bifurcación se abriera.

Quizás esté loca, sí, pero prefiero morir en esta locura que en la de no haber podido soñar con mi mundo mejor. Y si en algún momento pierdo el rumbo hacia mi muchosidad, ya lo saben, están todos autorizados a tocar la campanita, darme un golpe en la frente, rezongarme, gritarme o alertarme que estoy por el camino incorrecto. Porque también necesito que de vez en cuando me sacudan un poco y me muestren por dónde voy.

jueves, 22 de julio de 2010

POCAS PULGAS


Yo debo ser tarada o algo por el estilo, no hay dudas (con perdón a los tarados y a los algos por el estilo).

Busco y urgo en el pasado, presente y futuro con el fin de lastimarme. Y lo peor de todo es que realmente lo logro. No sé cómo hago pero logro quitarme la sonrisa de los labios, anulo el esfuerzo que hace mi alma por hacerme sentir feliz, apago mi mirada y enlentezco los latidos de mi corazón. Parece que me molestara estar bien. De verdad lo digo.

Debo tener un problema psicológico, más aún que me niego a hacer terapia. Y vayan mis disculpas a todos mis psicólogos amigos. No es que no confíe en ustedes, pero cada vez que he ido, he tirado la plata. Al final me autoanalizo y me doy de alta cuando se me da la gana. Yo no sé si es que los piscólogos quedan sorprendidos ante tal insolencia pero todos coincidieron que estaba bien y que ya no necesitaba seguir concurriendo (o también quizás se alegraban por quitarse a un ser tan cambiante de encima -"¡vaya con su locura a otra parte!"-).

También he notado que tengo un problemita de confianza. No es que no confíe, ¿eh?. No, no. El problema es completamente lo contrario, es que confío de más. Y vuelvo a confiar. Y vuelvo a confiar. Sí, eso que estás pensando. Una tarada. Que conste que lo dije al principio.

Y, finalmente, como para reafirmar mi taradez, un día me enojo, al otro perdono y vuelvo a enojarme y vuelvo a perdonar (o a olvidar, o a reconstruir, o a empezar).

Entonces, ahí me sobreviene la angustia. Y por ahí que se me da por llorar. O gritar. O bailar. O meditar. O hacer nada de nada, alienarme con lo que tenga a mano (generalmente la compu, aunque a veces también puede ser la TV) y olvidarme de que existe el mundo. Por un rato va bien. Puede ser un rato corto o largo. Inclusive puede llegar a durar días. Pero indefectiblmente, tarde o temprano me cae la ficha. Entonces llega el momento en que no tengo más remedio que ponerme a pensar, a encarar, a enfrentar la realidad. Y lo cierto es que le venía huyendo porque me molestaba mucho afrontarla. Pero bueno, es eso o estar al borde del precipicio y, como ahí ya estuve alguna que otra vez, decidí que no quiero volver.

Por suerte, tengo gente que me cuida y me sostiene. Algunos más, otros menos, pero ahí están. Y yo les agradezco infitamente que así sea, porque no se imaginan de la cantidad de porrazos que me han evitado.

Mañana será otro día, dicen. Quizás es hora de irse a dormir, dejar el enojo de lado y esperar que las horas traigan un amanecer más tranquilo. Antes todo era más fácil, hasta vivir en la luna o irse a un rato a ella le daba a una la tranquilidad de retirarse cuando se le diera la gana. Ahora, ya ni eso. No importa, mañana será otro día, dicen. Dejémoslo llegar, a ver qué pasa ...

domingo, 11 de julio de 2010

ORGULLO NACIONAL


Este es Diego. Nuestro Diego. Diego Forlán.

Campeón de nuestra Selección.
Arremetedor.
Comprometido.
Goleador.
Compañero.
Con actitud de equipo.
Con desempeño inigualable.
Excelente jugador.
Diego nos hizo gritar, nos dio felicidad, nos hizo sentir que Uruguay puede.
Diego demostró humildad, nos dio esperanza y nos devolvió la fe.
Y no lo hizo solo. Lo hizo con 22 jugadores más. Algunos dentro de la cancha y otros fuera, pero jamás sintió que Uruguay era él. Sabe que juega en equipo y lo dejó claro en la cancha.
Y es por eso que hoy es reconocido como BALON DE ORO por la FIFA.
Merecido premio, Jugador de Oro.
Y como aprendí a conocer su humildad, estoy segura que lo ha compartido con todos y seguro que están festejando a lo grande, como la Selección merecía. Porque merecían festejar y este premio les dio la oportunidad.
Grande, Diego. Grande, mi Selección.
Gracias por las alegrías que nos dieron durante este mes y pico de Mundial.
Gracias por hacernos sentir tanta felicidad.

¡Salud, Diego!¡ Salud, Uruguay!

sábado, 3 de julio de 2010

MEA CULPA


Lo confieso, estoy arrepentida.

Si bien por lo general trato de actuar y hablar sólo cuando me siento con plena seguridad de mis acciones y declaraciones, esta vez, debo guardarme las palabras en el bolsillo (para ser delicada).
Y quizás mis palabras hayan sido por falta de confianza, por incrédula o, inclusive, porque desde que nací jamás vi algo así.

Probablemente digan que es una exageración de mi parte, pero lo cierto es que de todo se aprende. Soy congruente en este sentido. Si considero que la vida es aprendizaje siempre, entonces sí, esta vez también lo fue.

Hubo dos hechos puntuales. Uno fue cuando Uruguay clasificó para el Mundial. De atrás, haciendo todo lo posible e imposible, dejando afuera a Costa Rica, siendo los últimos que lográbamos entrar. Y yo dije “como siempre, remando… nunca por jugar bien”. Después, cuando le tocó el grupo que le tocó. Pensé en México, con quienes hacía un tiempito habíamos perdido. Pensé en Francia, el campeón del mundo. Y pensé en Sudáfrica, locatario. Y dije: “no sé para qué vamos … vamos, jugamos y nos volvemos”.

Y no. Resulta que no. Resulta que le ganamos a los tres cómodamente y quedamos primeros en la serie. Por primera vez en años sin calculadora en mano a ver cómo nos iba. Fuimos derribando uno a uno a nuestros oponentes. Y así, nos ganamos merecidamente un lugar en octavos.

El país explotó de alegría. El fútbol es una pasión popular. Si bien la mayoría de las mujeres quedamos excluidas de estos eventos (por elección, por supuesto), cuando juega Uruguay, todo es diferente. No hay distinción de sexo. Todos nos unimos a alentar a nuestro país. La alegría es generalizada.

Luego, vencimos a Japón y pasamos a cuartos de final. Otra vez este pequeño país con sus 3 millones de habitantes salió a la calle a festejar. La alegría ya se nos estaba haciendo costumbre, cosa rara por estos lados. Uruguay se dio cuenta que se puede ser feliz.

Entonces, se vino Ghana, con sus golpes, con un arbitraje espantoso siempre a favor de los ghaneses, con lesiones varias a nuestros jugadores, con Fucile que casi nos infarta a todos cuando cayó y quedó quieto en el piso, con Forlán que nos devolvió la esperanza, con un gol que no quería ser y, para confirmar que no fuera, Suárez se encargó de atajarlo, con Muslera que le tiraba besos al travesaño después que el ghanés errara el penal, con Muslera de nuevo atajándose todo, con un loquito Abreu que la picó en el último penal y todos los uruguayos gritamos GOOOOOOOOOL, felices de la vida. Y con todo el equipo festejando allá, en Sudáfrica y nosotros acá, haciéndole honores a sus festejos y victoria. Uruguay mereció ganar y ganó.
Así, es que llegamos a tener un puesto en la semifinal. El puesto en el que ya somos los mejores 4 del mundo.
Y sí, me arrepiento de no haber confiado en estos chicos, en no haber confiado en la selección de mi país, ni en Tabárez ni en nada.
Mi aprendizaje es ese, “no juzgues al libro por su portada”. No siempre las cosas son como “se supone” que van a ser. Uruguay ha demostrado ser un equipo, con todo lo que la palabra significa. Han demostrado ser buenos jugadores, unidos, compañeros y con un espíritu único. Han demostrado que se puede. Que la confianza es lo último que se pierde. Que las esperanzas siempre deben estar vigentes.
Y, principalmente, han devuelto la alegría a este país. Así que pido perdón por mi falta de confianza y agradezco enormemente que hayan teñido mi corazón y el de tantos otros de Celeste.

¡Arriba Uruguay! ¡Vamos por más! Y si no es más, siempre igual ¡Arriba Uruguay!