A la ciudad siempre la miro con ojos urbanos. Como corresponde. O como ella quiere que la miremos.
Ello conlleva a que el smog nuble mi mirada, a que el cemento gris se acople al invierno de cada uno de los ciudadanos que se visten en composé con las veredas. Y a que si en algún momento deciden cambiar su atuendo tan poco colorido, le agreguen simplemente algunos toques de negro fúnebre o pasen a la gama de marrón árbol deshojado.
Pero hoy, hice un pequeño cambio en mi mirada y decidí prestarle más atención al poco verde que aún con este frío la viste.
También miré el cielo y estaba despejado, se veía el sol. Y la luna. Finita ella, pero ahí estaba, marcando tímidamente su presencia.
Me fui acercando a la costa, lugar donde vivo. Me vinieron ganas de ver el mar. Me encontré a unos pocos pescadores frente a una playa dibujada apenas con unas pequeñas olas. El agua parecía un espejo que reflejaba el azul del cielo, dándole a la tarde invernal un toque más de frialdad, aunque agradable para los ojos que allí decidieran reposar.
Por esas cosas de la vida que no vienen al caso, hoy llevaba mi cámara conmigo (igual la tecnología ha hecho que siempre tenga una al alcance de mi mano, pero esta vez era mi cámara de fotos de verdad). Entonces comencé a fotografiar lo que veía: los árboles sin hojas, los con hojas, las flores de tuna, el perro que asomaba la nariz por debajo del portón de madera de su casa, el cielo, el sol, el agua, el pescador, la arena y hasta un nabo que por ahí decidió parar (era un nabo de verdad, no un humano "nabo", que también los hay, claro está).
Fotografié a las aves que en bandada hacían círculos para aquí y para allá. Nunca entendí si no sabían si irse o quedarse o si sólo habían decidido salir a jugar. Se me antojó lo segundo, así que sonreí al verlas pasar.
Y de repente, fotografié lo que para mi fue un segundo de paz. Un rayo de sol, un poste de luz y allá en lo alto un pájaro que miraba toda la escena desde un ángulo al cual sólo él podía llegar.
Hoy volví a casa más contenta.
Esa simple imagen de lo natural hizo que mi día dejara de tener el gris de la urbanidad.
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