Me quedo dormida (1) como todos los días. Me cuesta mucho levantarme temprano (2). Es que el despertador (3) no para y yo quiero desafiarlo, pero no puedo (4). Me levanto tumbándome (5).Parece que hubiera tomado alcohol la noche anterior, pero no, nada de eso, simplemente me doy tumbos por mi desincronización (6). Intento coordinar mis movimientos pero no lo logro (7), menos cuando la gata se antepone (8) en mi camino. Como sea, llego al baño, pero son tantas las ganas de orinar (9) que unas gotitas mojan mi ropa interior (10) antes de que logre bajarla. Me siento y saco del revistero viejo (11) que está al costado del WC una revista también vieja que he mirado unas quince veces ya (12). Creo que he leído todos los artículos (13), pero igual sigo mirándola para entretenerme. Hace frío (14). Me quito la ropa interior y la pongo a lavar. Decido bañarme aunque tenga poco tiempo (15). Abro la ducha y el agua empieza a calentar. Me meto y comienzo a enjabonarme. El agua se enfría(16). En principio no entiendo qué pasa, pero en eso me acuerdo que el día anterior había desenchufado el calefón (17) porque estaba haciendo un ruido extraño. Cierro el grifo, muerta de frío (18), y descubro que me quedaron restos de jabón en los pies. Rezo por no ser alérgica (19) al jabón seco en la piel. Me lo limpio con la toalla y sigo como si nada. Miro el reloj. No entiendo cómo pasaron veinte minutos (20) si ni siquiera completé el baño. Sigue haciendo frío (21). Muchísimo frío (22). Me visto rápidamente. No tengo mucho tiempo para peinarme como quisiera (23). Tendré que salir con los rulos a la calle (24) y renunciar a mi planchita (25). Me paso un poco el secador de todas formas. Me pongo un brillo en los labios y un poco de delineador negro en los ojos, el cual se me corre (26) y debo arreglar. No tengo tiempo de desayunar (27), así que apenas si me perfumo, me enfundo en mi tapadito gris y salgo rápido de casa, no sin antes tropezar con una piedra que está en el camino (28) que me hace avanzar como tres pasos juntos. Intento abrir el portón y no puedo (29). Recuerdo que tengo que llamar a un cerrajero porque la llave anda mal (30), pero sé que en instantes volveré a olvidarme (31). Luego de darle de un lado para el otro varias veces, logro abrirla. Miro de nuevo el reloj. En treinta minutos debería estar en el trabajo (32). Llegaré tarde (33), como siempre (34). Por decimoctava vez maldigo no tener auto (35). Ya llevo todos esos días desde que choqué (36). Los repuestos siguen sin aparecer (37). Nadie se hace responsable (38) y yo que sigo a pie (39). Camino un par de cuadras y llego a la parada. El primer ómnibus que llega, no para (40). Viene demasiado lleno (41). Atrás viene otro. Ese sí se apiada. Igual falta poco para ir colgada (42). La gente me aprieta (43) y las ventanas están cerradas (44). No puedo respirar bien (45). Se entreveran los olores humanos (46) y trato de pensar en otra cosa, porque voy a terminar vomitando (47). A los quince minutos de viaje me empieza a doler la pierna derecha (48). Hace días que me duele, pero no quiero ir al médico (49). No quiero que me diga algo que no quiero escuchar(50). Es que en momentos así, me atacan los miedos (51). Miedo al cáncer que ya tuve (52), al que tuvo mi madre con su metástasis en los huesos (53), miedo a la vejez (54) y a la prótesis de cadera (55). La edad está haciendo estragos en mi (56). No porque se me note. Aún puedo lidiar con eso. Quiero decir, aún puedo disimular los achaques. Pero ya está haciendo estragos psicológicos (57). Me enfurece envejecer (58). Quiero conservar la eterna juventud, no sólo de espíritu sino de cuerpo. Quiero sentirme bella y, más que sentirme, verme. Pero ninguna de las dos cosas ocurre (59). No me siento (60) ni me veo (61). Y eso hace que me duela el alma (62) y que mi psiquis se deteriore (63) día a día y me gane la depresión (64). Yo no era una piba depresiva, me volví así con los años (65). Uno de los tantos terapeutas a los que fui me dijo que no sufro de depresión, sino de angustia (66). Igual probé con la psiquiatra, porque yo estaba segura que era depresión. A la segunda consulta me recetó las mismas pastillas que en la primera y me despidió deseándome mucha suerte en lo que fuera a hacer con mi vida (67). Asumí que no me quería ver más (68). Lo que no entendí si era por mí o porque no estaba para psiquiatra. Por supuesto que en medio de mi depresión entendí que era por mí (69). Sólo el tiempo me podrá convencer de lo contrario. Supongo.
Cansada del largo trayecto que tuve que hacer en bus (70),me voy a la puerta para finalmente bajarme de ese hervidero de olores desagradables (71). Por supuesto que cuanto más apurada estoy (72), más rápido pasa el tiempo (73) y más contratiempos se interponen en mi camino (74). El ómnibus no llega a la parada donde habitualmente me deja (75) y toma un desvío, parando a cinco cuadras más lejos de donde en realidad debe parar (76). Voy con el paso muy apurado, casi corriendo (77), respirando mitad por la boca, mitad por la nariz (78). Llego al trabajo. El ascensor no funciona (79). Subo tres pisos por escalera (80). Marco tarjeta veinticinco minutos tarde (81). Suspiro. Por fin llegué. Saludo a mis compañeros de trabajo y me dirijo a mi lugar. Mis dos compañeros de escritorio están malhumorados (82). Parece que en la noche entraron a nuestra oficina y usaron nuestros escritorios como comedero (83), además de dejar nuestras sillas sucias(84). Dejo la cartera y voy a buscar un trapo y unos productos de limpieza.Vuelvo y limpio mi silla (85). Creo que finalmente es un buen momento para empezar a trabajar. Prendo el PC. La clave de acceso al sistema caducó (86). Ya no sé qué clave elegir (87). Todos los meses debo cambiarla (88) y la creatividad se me está agotando (89). Decido que sea Nosequemas, porque realmente no sé qué más poner. Abro el mail. Tengo treinta y cinco mails sin leer (90). No entiendo cómo pueden entrar tantos de un día para el otro (91).Me doy cuenta que la mitad no sirven para nada. Los borro. Leo los de mi jefe(92). Empiezo a pensar que hoy hubiera sido un día ideal para quedarme en casa(93). Tengo que organizar mi agenda (94). Visitas al Prado, Ciudad Vieja, Pocitos y Malvín. Se suma una más, La Teja (95). No logro imaginar cómo voy a hacer todo esto sin auto (96). Estoy pensando seriamente en alquilar uno (97). Reviso mentalmente mi economía (98) y enseguida me arrepiento. Tomo nota en mi agenda de todo. Hago algunas llamadas a gente que no me interesa (99). Coordino las visitas a las zonas más pobladas.El resto quedarán para otro día. Llamo a Johnny, el remisero, para que me venga a buscar. Justo hoy no puede (100). Me pongo el saco, me llevo la agenda y me voy otra vez a la maldita parada (101).
Leo mal o es una sola cosa???
ResponderBorrarjaja! John Waters escribío el relato original. Este es producto mío pero usando su mecánica. Es un texto con 101 cosas que odio. En cada número hay una. La 1 por ejemplo es "quedarme dormida". La 2 "levantarme temprano". La 3 "el despertador". Y así.
ResponderBorrarAhora sí?
Beso!!!
Me encantó... no todo lo que odias, porque tb lo odiaría... sino la forma de "enumerarlo"....
ResponderBorrarBeso
Está I M P R E S I O N A N T E!!!!!!!!!!!!!!! Escribís muy pero muy bien Mage!!! Espero muy pronto un libro tuyo eh!! No hay excusas!!!! besote bruji!
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