Hace calor. Mucho. No se puede ni respirar. El aire no corre dentro de casa y afuera está lleno de mosquitas, mosquitos, arañas y cuanto bicho se le ocurra salir. No soy fóbica a los insectos, pero la verdad es que me incomodan un poco. Así que opto por quedarme adentro en esta tranquila noche, donde sólo se escucha ladrar un perro a lo lejos. De vez en cuando, el ruido de alguna moto en la ruta. El resto, las hojas de los árboles que se mecen con la suave brisa veraniega.
Aquí, desde el sofá de casa, cerveza y un cigarrillo.
Definitivamente esta es la hora del día que más me gusta. La soledad de la noche. La casa en silencio. Los niños durmiendo. La TV apagada. Sólo el ruido de mis dedos danzando en el teclado.
Hora de meditación. De encuentro conmigo misma. De disfrutar de mi.
Hora de matar sueños y sembrar esperanza. De dejar mis pensamientos volar. De hablar con la luna y contarle mis secretos, de decirle qué me pasa y que me cuente sobre el sol.
Me gusta la noche. Me gusta encontrarme con mi alma antes de irme a dormir.
Salud, alma mía! Que descanses de tu trajín.
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