- Dale, levantate
- Uf, tengo modorra, no tengo ganas ...
- No te pregunté si tenías ganas, te dije que te levantes
- Mirá, estoy cansada de que me mandes y me digas lo que tengo que hacer
- Es que si no te lo digo yo, ¿quién te lo va a decir?
- ¡Nadie! ¿No pensaste en la opción de que NADIE me diga lo que tengo que hacer?
- Aaah, si, claro, ¡vos siempre tan independiente!
- Ojalá pudiera ser tan independiente y hacer lo que se me diera la gana
- Por eso mismo. Vos siempre necesitás que alguien te diga lo que tenés que hacer
- Bueno, pero hoy resulta que no tengo ganas
- Y a mi no me importa si tenés ganas o no. Te levantás y punto. No podés seguir ahí tirada, revolcándote en la tristeza, como si fueran amantes. ¡Por favor! ¡Sabés perfectamente que en lo cotidiano ustedes no se llevan nada bien! Haceme el favor y olvidate de una vez de la frasecita "pobrecita yo", que ni siquiera te creés. Dale, levantate que hay un montón de cosas por hacer.
- Pero qué cosita caprichosa sos, ¿eh? Sigo insistiendo, ¡NO TENGO GANAS! ¿Es tan grave que un día quiera tomármelo libre? ¿Que un día quiera disfrutar de MI? Y sí, si hoy es un día para estar tirada, si es un día para que venga el llanto, la risa, o el sueño ¿no es posible darle espacio también a que surjan? ¿Tan grave es que me tome el día libre?
- Bueno, no voy a analizar la gravedad del asunto. Eso lo dejo para cuando decidan llevarte al psicólogo. Pero sí sé cual es la realidad y lo cierto es que no podés, querida. Hay demasiadas cosas por atender ... si vivieras en otra parte las cosas serían diferentes.
- Está bien, está bien. Con tal de que me dejes de hinchar, me levanto. Eso sí te pido, dejame un rato sola. Ya vas a ver que en un ratito todo vuelve a la normalidad. Andá tranquila. Andá nomás. Más tarde nos vemos.
A todo esto, mi conciencia se queda tranquila -aunque alerta, porque nunca confía del todo-, pensando que una vez más le ganó a mi voluntad. Sin embargo, mi voluntad sabe que a ella nadie le gana, que ni aunque la invada mi locura da el brazo a torcer. Y sí, al final actúa y termino levantándome, ordenando mi casa y un rato después vistiéndome con ropa linda para salir rauda y veloz al encuentro con mi amiga. PARECE que mi conciencia salió triunfante. De hecho, parece que la viera ahí, en un rincón, con una sonrisa amplia y cruzada de brazos. Pero no. Lo cierto es que tomo conciencia para tener voluntad. Otras veces, voluntad para tener conciencia. Mi vida no tendría sentido sin ninguna de ellas. Necesito de ambas para poder vivir ...
No está mal, nada mal. Darle voluntad a la conciencia, que pretende, en ocasiones, distraernos demasiado. Un abrazo.
ResponderBorrarLa conciencia vuela bajo vigilando los movimientos..y la voluntad la siento más soñadora...pero güenísimo que puedas tener equilibrio con las dos.
ResponderBorrarBesooos
Sin voluntad para hacerle lugar a la conciencia, estamos "en el horno"... y sin la conciencia para activar la voluntad también!!!...
ResponderBorrarbeso ;)
"Mi voluntad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra conciencia soberana "...o no era así??? me maree. Yo soy conciente de que tengo poca voluntad y tengo la voluntad de ser un ser conciente. O algo así....Besitos
ResponderBorrarPulga: siempre nos distrae la conciencia, pero a veces es necesaria
ResponderBorrarPalu: no sé si tengo equilibrio. De hecho, no, no lo tengo. Lo cierto es que necesito a ambas, pero a veces me enloquecen también.
Ana: después comentamos al respecto si querés :)
Maia: se nota que hace años que te fuiste, jaja. Igual te quedó bien el nuevo "dicho" de Artigas, aunque este sería el de Maia, no el de José Gervasio.
Besos para todos