¡Ay, no! Otra vez acecha. Y sé que es natural que lo haga. Lo hace a cada instante, a cada minuto, en cada lugar del planeta. Pero cuando llega, se instala y parte el corazón de algún ser querido, se siente demasiado cercana, molesta más de la cuenta, más de lo normal o de lo que estamos acostumbrados a percibirla.
Igual, no deja de sorprenderme cómo el Universo se las arregla para hacernos llegar los mensajes en el momento adecuado y, si estamos atentos y vemos las señales, permite que el alma de los que siguen transcurriendo en esta tierra guarde cierta paz. Y es algo que no se puede definir con palabras. En mi caso, sólo siento agradecimiento de que así sea y no puedo dejar de emocionarme hasta las lágrimas por ello.
Pero duele, siempre duele, para mí aún es inevitable que cuando la muerte llega no deje dolor. Entiendo sí que sea la ley natural, que todo tiene un por qué y un momento, pero aún no logro que por ello no me provoque dolor.
Un Akal* para el alma que trasciende a un lugar desconocido por nosotros, pero estoy segura que es un lugar sin tiempos, sin pausas, sin dolor, donde conoceremos finalmente las preguntas sin contestar y sentiremos el amor como jamás lo hemos sentido. Sin dudas, un lugar mejor, aunque ahora nos cueste entenderlo como tal.
Y para la fragilidad de quienes aquí quedan, sólo puedo brindarles el alma abierta para abrazarlos, los brazos tendidos para sostenerlos y esperar ser guiada sabiamente hacia las palabras justas, para saber cúando decirlas y cuándo callarlas.
Igual, no deja de sorprenderme cómo el Universo se las arregla para hacernos llegar los mensajes en el momento adecuado y, si estamos atentos y vemos las señales, permite que el alma de los que siguen transcurriendo en esta tierra guarde cierta paz. Y es algo que no se puede definir con palabras. En mi caso, sólo siento agradecimiento de que así sea y no puedo dejar de emocionarme hasta las lágrimas por ello.
Pero duele, siempre duele, para mí aún es inevitable que cuando la muerte llega no deje dolor. Entiendo sí que sea la ley natural, que todo tiene un por qué y un momento, pero aún no logro que por ello no me provoque dolor.
Un Akal* para el alma que trasciende a un lugar desconocido por nosotros, pero estoy segura que es un lugar sin tiempos, sin pausas, sin dolor, donde conoceremos finalmente las preguntas sin contestar y sentiremos el amor como jamás lo hemos sentido. Sin dudas, un lugar mejor, aunque ahora nos cueste entenderlo como tal.
Y para la fragilidad de quienes aquí quedan, sólo puedo brindarles el alma abierta para abrazarlos, los brazos tendidos para sostenerlos y esperar ser guiada sabiamente hacia las palabras justas, para saber cúando decirlas y cuándo callarlas.
Aquí estaré, cuando así sea necesario. Y cuando no, también.
(*) Akal es una palabra sánscrita que designa Eternidad. Se suele pronunciar (la segunda “a” más larga) ante el desprendimiento del alma del cuerpo con el fin de que ésta trascienda con mucha paz.
(*) Akal es una palabra sánscrita que designa Eternidad. Se suele pronunciar (la segunda “a” más larga) ante el desprendimiento del alma del cuerpo con el fin de que ésta trascienda con mucha paz.
Entonces, que trascienda, nomás!
ResponderBorrarBaci, nena
y yo puedo dar fé... de que te han llegado las palabras justas de que podés dar el abrazo mágico... ese que por segundos logra menguar el dolor y aliviar la pena.
ResponderBorrarGracias ami, te quiero mucho!