Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos.
San Agustín
Nos quejamos por todo.
Porque hace calor, porque hace frío, porque llueve, porque hay mucho sol. Nos quejamos porque los niños lloran o porque gritan mucho, porque hay demasiado silencio, porque tenemos hambre y la heladera sólo tiene un poco de fiambre y pan en rodajas o porque esta llena y nada de lo que hay nos gusta, porque estamos cansados, porque estamos aburridos, porque tenemos mucho trabajo ... podría seguir enumerando miles de quejas que tenemos a diario y de las que muchas de ellas ni siquiera nos damos cuenta que expresamos, ya sea a otros o en nuestro interior.
Casi nunca valoramos el tener cada día y al alcance de nuestras manos alimento para llevar a nuestra boca, abrir la canilla y tener agua potable, poder darnos un baño calentito, reirnos un montón de veces al día, recibir un abrazo como al pasar, tener ropa para vestirnos, tener un techo que nos proteje de la lluvia, del frío y del sol, poder disfrutar al aire libre, caminar, correr, reirnos a carcajadas, tener manos para escribir, acariciar, pintar, dibujar, hacer las cosas del hogar ... en fin, es muy raro que cada día tomemos conciencia real de todo lo "normal" que nos rodea.
Tal vez a veces nos ceguemos a la realidad como forma de defensa de nuestra integridad mental. A mi me ha sucedido. Inclusive con los informativos, los cuales he dejado de mirar porque me hacían mal.
Pero no por eso las noticias dejan de llegar. Estoy convencida que cuando algo es necesario que se sepa, se sabe.
Es así que desde hace ya unos días me he sentido por demás removida en mi interior.
En lo personal, he vivido muchos nervios por un muy querido amigo que estaba mal de salud. Por suerte, todo solucionable, pero esto me ha hecho evaluar mi forma de ver la vida que, si bien con mis propias experiencias he logrado canalizar muchísimos temores, otros han quedado por el camino y a través de lo que me rodea sigo aprendiendo a modelar mi transcurrir.
También con una amiga muy querida que se encuentra con graves problemas psiquiátricos, anteponiendo su necesidad de huir de este mundo, dejando quizás a sus niños chiquitos sin una madre, sin importarle nada más que su propio dolor. Quién soy yo para juzgar lo que está bien o lo que está mal. También sé lo que se siente en momentos de tanta depresión. Y quizás por eso, porque lo sé, trato de hacerle entender que los hijos son fuente de sanación de nuestras penas, de nuestros dolores, de nuestras angustias. Sus besos, sus sonrisas, sus miradas, sus caricias ... cada gesto de amor se multiplica a la enésima potencia y nos llena de Luz para continuar andando.
Y al pensar en ese amor incondicional, se me viene a la mente la Aldea de la Bondad, ubicada en la ex Ruta 3 km503, en Salto. Una Organización de Sociedad Civil sin fines de lucro que llevan adelante los padres de Herman, el novio de mi cuñada Lucía, que desde hace más de 20 años les da atención y hogar de por vida a personas de escasos o mínimos recursos económicos que han nacido con daño cerebral irreversible. Esas personas que, aunque no las conozca personalmente, me consta que brindan su amor incondicional a darles a estos seres especiales la mejor calidad de vida que les es posible y todo con poquísimos recursos.
O Shanti, otra asociación ubicada en el departamento de Maldonado, hecha a pulmón y amor, que brinda recursos para niños con problemas de autismo, que va creciendo lentamente, muy lentamente, porque lo económico siempre pesa, pero que sé aunque no he estado (y pronto espero hacerlo) que el amor es el principal factor para que estos niños avancen día a día en sus aprendizajes.
Y así, tantas otras instituciones que funcionan de la misma forma, algunas que conozco de nombre y miles que no, pero que tienen un mismo motor Universal: el amor.
Y hoy un caso particular.
Ninguna institución, sino una niña de un año de edad, Alejandra Martins.
Gracias a Claudia A., con quien trabajo, me entero de la historia de esta niña de Salto (Uruguay)que vive con su familia compuesta por su mamá, su papá y siete hermanos más. Alejandra fue dada en adopción, luego de que su madre biológica se enterara de su enfermedad. Esta familia no dudó en hacerse cargo de esta pequeña y asumir la enorme responsabilidad que significaba cuidar a una niña "piel de cristal o mariposa".
Alejandra no podrá correr, ni tomar sol, ni bañarse como lo hacemos nosotros, ni revolcarse en el césped, ni usar ropas ajustadas, ni rascarse, ni refregarse los ojos, ni cruzarse de piernas, ni recibir un fuerte abrazo, ni tantas cosas que para nosotros son "normales", cotidianas, del día a día.
La enfermedad piel de cristal o piel de mariposa es, como el nombre lo indica, una piel super frágil, donde al menor roce se ampolla o traumatiza.
Alejandra necesita muchos, muchísimos cuidados. Necesita cremas muy caras, shampú especial, cambios de pañales con mayor asuidad.
Por suerte, Alejandra está en buenas manos. Por suerte, su historia llegó al corazón de Claudia. Por suerte, Claudia lo expandió al corazón de todos los que con ella trabajamos . Por suerte, Alejandra ya es parte de nuestra familia de días hábiles a partir de hoy.
Mi reflexión final es que tengamos conciencia plena de todo lo que nos rodea. No nos olvidemos de las cosas que parecen tan sencillas y que están al alcance de nuestras manos. Cada una de esas cosas son una bendición. No olvidemos agradecer por ellas. Porque nadie está libre de nada. Nadie está libre de un día despertar sin techo, sin comida, sin agua, sin ropa, sin un abrazo, sin sol.
Amor,sin palabras excelente como siempre (justo y...), aunque fuera de tu estilo habitual.
ResponderBorrarYop
PD.: Se notan cambios no solo en la escritura... sino en el contenido.