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miércoles, 25 de noviembre de 2009

LIBERTAD


El insecto avanzaba con gran dificultad por la alfombra de lana. Sus patas parecían enredarse, confundiéndose con los largos pelos negros de ésta.

En el silencio y oscuridad de la noche nadie percibía su presencia, ni siquiera el pequeño niño que había salido de su habitación y se había acostado sobre el negro tapete del living, donde poco a poco iba a cayendo en los brazos de Morfeo.

Vaya uno a saber cuál sería el destino de la cucaracha, que seguía su lucha desenfrenada con los flecos de lana, intentando seguir adelante.

Era probable que ya no tuviera ningún destino fijo. Su leitmotiv en ese instante tan solo era escapar, liberarse de esa prisión en la cual se había sumergido, seguramente en busca de las migajas de galletita que el niño más temprano había desperdigado por allí.

El bicho era desagradable, pero el instinto de supervivencia de cualquier ser vivo, hasta el de esta cucaracha, debería ser admirado.

Como en tantos órdenes de nuestra vida, deberíamos observar estas actitudes instintivas para poder hacer un paralelismo con nuestro transcurrir. En este caso, la lucha por la libertad.

Vivimos luchando por la libertad de acción, de movimiento, de pensamiento, de expresión. Todos en algún momento libramos una lucha contra aquello que perseguimos y, como los pelos de la alfombra, nos encontramos con el miedo, la culpa, el dolor, la frustración, el resentimiento. Encontramos los largos pelos que no nos permiten avanzar.

A veces llegamos a saborear esa libertad. Parece que la tocamos con la punta de nuestros dedos, sin embargo muchas de esas veces se nos escabulle entre ellos.

Pero también es cierto que en ocasiones hay quienes nos oprimen, nos aplastan y no permiten que la alcancemos.

No nos permiten ser libres pensadores ni accionar según nuestra voluntad. No siempre depende sólo de nosotros lograrlo.

Esta vida está llena de opresores. Podemos verlos o no.

Como el insecto, que tuvo un atisbo de esperanza para alcanzarla.

La madre del niño encendió la luz, se acercó a la criatura, se agachó a su lado y besó su frente. Lo tomó entre sus brazos e incorporándose caminó unos pasos con el niño en alza hasta desaparecer del living.

Del insecto y su lucha no se supo más.

A la mañana siguiente, la señora de la limpieza enchufó la aspiradora y comenzó a aspirar la alfombra, limpiando así no sólo los restos de galletita que el niño había desperdigado por allí sino también los restos de la pobre cucaracha.

1 comentario:

  1. A pesar de que las cucarachas me producen un asco asombroso... me gusto mucho la comparación de su fuerza por escapar , con la libertad que tenemos hoy y que de una manera o de otra nos frenan factores agenos a nosotros.

    Yo creo que gozo de mucha libertad, pero como buena ( o mala )sentimental que soy, me frenan los problemas, las pelas los roces, entonces , me controlo , me callo y muchas veces no avanzo.

    besos

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