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martes, 14 de setiembre de 2010

AL DECIR ADIOS

y si la muerte acude de repente,
no tendré tiempo de decir adiós.
Entonces, sí, es pertinente que sepas
que todo aquello que en vida quise,
el Universo entero me lo brindó.

Pero si su visita se hace anunciada,
tendré tiempo de ver sonreír.
Miraré los ojos de aquellos que amo,
y partiré con el alma plena
hacia el lugar que más de una vez conocí.

Agradeceré a la muerte por darme ese instante
para amar una vez más y sentirme feliz.

Eso sí, sea como sea, te hago un pedido,
y es que me despidan como me dediqué a vivir.
Sin rosas ni claveles que se marchiten en el olvido,
ni carros fúnebres que lloren mi morir.

Sólo quiero que se alcen espadas
sobre mi féretro lúgubre de esa tarde tal vez gris.
Y que quienes lo hagan griten "eres libre",
porque así me sentiré a la hora de partir.

Mi espíritu dejará las ataduras mundanas
y mi cuerpo como cenizas en el mar se extraviarán.

Sólo quiero que así me despidan,
como la guerrera incansable que libró batallas
en nombre de los sueños que defendí.
Y por aquellos otros que están inconclusos
quienes quedan en este mundo los puedan cumplir.

Así me despido, sin bombos ni platillos,
sólo pido un símbolo de honor.
Por mis hermanos y hermanas esparcidos en la Tierra
que con el choque de metales se llenen de Amor.