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domingo, 9 de setiembre de 2012

DOLOR NO AJENO

La muerte de un hijo no tiene consuelo. Sea como sea, no lo hay. Si es que está enfermo, tenemos siempre la esperanza y fe de que mejore. Si es una muerte inesperada, de esas que aparecen de golpe, los primeros instantes parecen surrealistas, algo que no nos está sucediendo a nosotros.
No importa la edad que tenga. No estamos preparados ni programados psicológicamente para ver morir a nuestra descendencia. Lo lógico y normal indica que por edad cronológica primero nos toca a nosotros.
Sin embargo, los hijos mueren. Y los padres quedamos sin consuelo. Es cierto que muchas veces, en caso de enfermedades me refiero, el amor nos gana y deseamos su descanso, pero eso para nada significa que el dolor se reduzca. Sólo se trata de amor.
En estos días tuve que escuchar sobre dos muertes de niños, de las miles que ocurren en el mundo. 
Debo ser sincera y confesar que cuando me entero de la enfermedad, como fue el caso de Blanca Vicuña, si bien no soy ajena a la noticia porque resuena por todas partes, trato de no buscar información, de no indagar, de no saber más de lo que de rebote me entero. Sólo veía su foto circular por Facebook, pidiendo oraciones por ella y las pasaba muy rápido. Y pensaba: "Dios ya sabe que ha de hacer", ya fuera que siguiera viviendo o no. Realmente no podía quedarme leyendo o mirando esa carita angelical y pensando cómo estaría pasando. No podía ni quería.
Algo similar me pasó con el caso del bombero. Una noticia que circuló por aquí estos días: al bombero se le incendió la casa. Salvaron a dos de sus hijos, pero su beba de 11 meses murió  calcinada. Traté de no imaginar nada. No quise pensar en nada.
Pedidos de ayuda para esa familia que está hoy en la calle me han llegado por varias vías. Y sí, necesitan todo para reconstruirse. Inclusive y principalmente a su bebé. Pero ella no volverá cuando los muros de la vivienda vuelvan a levantarse.
Sé del dolor que estas muertes provocan. Lamentablemente lo sé y eso me permite comprender a estos padres y a tantos otros que no conozco porque no fueron noticia.
El dolor viene con o sin dinero. Siendo famoso o un simple bombero. El dolor por la muerte de un hijo no tiene consuelo. Se debe vivir el duelo, sufrirlo, llorarlo y no comprenderlo en esos momentos.
No hay otra forma de pasarlo.
Luego dependerá de cada ser el valor que le dé a la muerte de su hijo. 
Hay una parte que queda sin respuestas. De hecho, está escrito en el libro de "Preguntas sin contestar" con el que pienso irme cuando me muera.
Otra parte, uno trata de ir encontrándole el sentido y, si logramos encontrarlo, vivimos con un poco más de paz.
Igual esos ángeles no se olvidan. Nunca. Son seres de luz que impregnaron nuestras vidas. 
Yo no voy a dar cátedra de cómo y por qué estas cosas suceden ni de cómo hacer para superarlas. Vivo mi experiencia y, a la distancia, comprendo que tanto los papás famosos como el bombero y su esposa, o como cualquier otro papá y mamá que estén o hayan pasado por eso, tendrán un arduo camino por recorrer. Algunos podrán hacerlo. Otros quizás no. Y ambos merecen todo mi respeto.
Lo más tal es desearles paz eterna especialmente a estos dos angelitos que en estos días han sido noticia, al igual que a todos aquellos que se han calzado sus alas y emprendido vuelo. Y extender mi consuelo a todos los padres del mundo que sufren la pérdida de lo más preciado que la vida nos otorga, nuestros hijos.
Que la paz colme los corazones de todos. Que así sea.