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martes, 29 de diciembre de 2009

RECUERDO DESDE EL MAR


(Luego de leer Táctica y Estrategia, de M. Benedetti)

Hoy partí de tu puerto.
Una vez más.
Como tantas ... tantas otras.

Me sumergí en la furia de tus olas,
en tu mar profundo de vaivenes y mareas alteradas,
dejándome arrastrar por la corriente hacia donde me llevara,
porque a tu lado no temo donde mi barco encalla.

Es por eso que ahora decido quedarme aquí,
en el instante que me habita tu recuerdo.
Con la sensación de tus besos en mi cuerpo,
con tus manos recorriendo de principio a fin mi espalda.

Me quedo aquí,
con tu alma y sin la mía.
Una vez más.
Como tantas ... tantas otras.

viernes, 18 de diciembre de 2009

AMOR PERFECTO


Hoy hace ya diez años que conocí al amor perfecto. Ese amor que no tiene barreras, que es incondicional, el amor que nos lleva a dar la vida por alguien o hasta implorar por su muerte si eso es lo mejor para el ser amado. El amor que todo lo puede, que nos hace sentir vivos cada día, que nos llena con su luz. El amor de madre.
Hoy hace diez años que fui mamá. Que sentí lo maravilloso de crear a un ser y llevarlo durante casi nueve meses dentro mío y que al verlo el mundo tomara otro sentido.
Hoy hace diez años que nació Agustín, mi hijo.
Agustín llegó a mi vida pendiendo de un hilo y me llenó de un amor hasta entonces desconocido. Al verlo, poco me importó la decena de cables que tenía conectados. Todos fueron invisibles para mis ojos. Sólo veía a un niño hermoso descansando en una cuna, no a un niño enfermo.
Hoy soy lo que soy gracias a los 17 días que vivió Agustín. Hoy me siento una luchadora porque no hacerlo sería una deshonra, habiendo sido testigo directo de cómo un bebé luchaba tanto por su supervivencia. Hoy entiendo que no podemos interferir en el Plan Divino. Que el mapa de nuestras vidas ya está trazado y que lo único que podemos hacer es aceptarlo o morirnos de una depresión si es que no lo hacemos.
Hoy mi vida es plena con mis dos soles y estoy convencida que la Luz de Agustín los guía en cada paso que dan, que los cuida y protege. Que mis hijos de verdad tienen un Angel de la Guarda.
Hoy visitamos el cementerio. Sólo voy una vez por año, porque sé que mi hijo no está allí. Sin embargo, estar allí me acerca un poco más a él, a lo que quedan de su cenizas, y me tomo el tiempo para meditar y reflexionar con él.
Fuimos los cuatro. Renzo preguntó: “por qué vinimos aquí?”, dejándonos sin palabras tanto a Juan como a mi. Pero Juan Diego, ante la falta de respuesta, le dijo “vinimos a rezar”, y a Renzo lo conformó. Luego, en la preocupación de decirle algo, Juan le preguntó: “vos sabías que tenías un hermano mayor?” y mi cara lo dijo todo, porque aún no quiero que se entere. Entonces, otra vez Juan Diego me miró y le dijo a su hermano: “sí, soy yo tu hermano mayor”.
No puedo sentirme más que orgullosa de la familia que hemos formado. Con Juan, Juan Diego, Renzo … y Agustín. Porque sin él yo no hubiera podido hacer todo esto ni ser quien soy hoy.
Así que, hijo mío, sea donde sea que estés, gracias por venir a mi vida, por ser el ángel que me visitó en la tierra, por darme fuerzas para seguir, por enseñarme sobre ese amor incondicional y único, por hacerme crecer.
Te amo, como sólo una mamá puede amar a un hijo. Presente o ausente, con vida o sin ella, cuando se ama incondicionalmente el amor nunca se va.

domingo, 13 de diciembre de 2009

MATILDE Y MARIANA


Matilde y Mariana eran dos jóvenes muy diferentes. Y no tanto. Habían nacido en familias con culturas distintas, fueron criadas bajo reglas diferentes y educadas en colegios con diferentes religiones. Pero aún así las unían muchas cosas en común. Cosas tal vez sin importancia para tantos otros, cosas sencillas, cotidianas, como fumar la misma marca de cigarrillos, comprarse carteras iguales y sorprenderse al verlas, intentar hablar en el mismo instante para decir la misma cosa y reírse a carcajadas de ello, ser mujeres emprendedoras, por donde se las mirase, ser seductoras de cuerpo y mente y -aún más importante- dejarse seducir por el intelecto.

Todo eso, entre tantas otras cosas.

Y es probable que esos hayan sido factores más que suficientes para que entablaran una amistad, para que se quisieran con todo el corazón y para que, a pesar del tiempo y la distancia, sigan sintiendo lo mismo hasta hoy.
Porque resulta ser que algunos meses después de tan intensa amistad Matilde decidió ir tras sus raíces, en busca de un sueño, de un futuro, de un descubrimiento de sí misma y de un amor que ni siquiera ella imaginó iba a encontrar. Decidió salir en busca de su ser mujer, dejando atrás a sus padres y hermano -que no tardaron en unírsele- y a sus amigos, algunos que sabía no volvería a saber de ellos y a otros que miles de kilómetros no serían capaz de separar. Entre ellos, estaba Mariana, que lloró su partida como si una parte de ella también se fuera en ese avión. Y pensándolo bien, probablemente fue así.
Mariana continuó su vida aquí y Matilde allá.
Mariana se casó con el hombre que Matilde había conocido, aunque el tiempo hizo que éste cambiara tanto -no sólo físicamente, claro- que con seguridad Matilde no lo reconocería.
Matilde se casó con ese amor que conoció y la hizo tan feliz.
Ambas tuvieron dos hijos. Por supuesto que cuando Matilde llamó a Mariana para contarle de su primer embarazo, Mariana estaba embarazada.
Ambas, cada cual en su país, salió adelante, triunfó, cayó y se levantó. Quizás hoy ninguna se siente completamente realizada. Ambas tienen sueños que han quedado en el camino y otros que se vislumbran en el futuro, pero las dos saben que eso mismo hace que la vida valga la pena vivirla.
Hace unos años se reencontraron en lo que yo llamaría "país neutral". Matilde fue al casamiento de un amigo e invitó a Mariana a pasar un par de días con ella. Mariana no quiso perder la oportunidad.
Luego del abrazo apretado, los dos días transcurrieron como si nunca se hubieran separado. Hablaron horas, tomaron café en un shopping luego de hacer varias compras y disfrutaron de las instalaciones del hotel. Fueron dos días cargados de emociones y sensaciones, de esos que uno no se arrepiente de vivir.
El tiempo siguió su paso y a pesar de la lejanía, de vivir en continentes diferentes, de criar a sus hijos en distintas culturas, una vez más encontraron un punto de contacto: la escritura.
Matilde y Mariana son dos mujeres que aman vivir. Que saben vivir. Que sienten, que sufren, que lloran, que ríen, que sueñan. Dos mujeres distintas pero con muchas cosas en común. Cosas sin importancia, cosas cotidianas, cosas sencillas, pero que hoy al leerse pueden seguir descubriéndose, día tras día.

Matilde y Mariana son amigas que saben que un "hasta siempre" es algo que se dice, pero que también es algo que se puede cumplir.