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domingo, 7 de marzo de 2010

DESDE EL DIVAN


Sofía no tenía la menor idea de qué hacía allí. Sin embargo, sentía felicidad. Era extraño, pues nunca había estado sentada en una habitación tan grande y sola. Las cuatro paredes que la rodeaban no tenían ni ventanas ni cuadros ni nada. Estaban pintadas de un azul tenue, patinadas a pinceladas con un tono ocre. En el medio, un sillón cómodo, como una especie de diván de cuero, color negro y del techo colgando una lámpara de siete luces que, probablemente ajustadas con un dimmer, dejaban en penumbras la habitación. Detrás suyo, una puerta de madera por donde minutos antes había ingresado a la sala ahora permanecía cerrada. Por algún motivo que ella desconocía, luego de la ansiedad que le provocó llegar allí, ahora la invadía una paz interior que sólo durante su relax en las clases de yoga había logrado sentir.
Cerró sus ojos y disfrutó del silencio y del aroma a lavanda que de algún rincón provenía, aunque ella no lograba visualizar de dónde. Dejó de cuestionarse cómo, cuándo o por qué. Simplemente disfrutó de su propia compañía, de su corazón latiendo a ritmo tranquilo. Se concentró en el sonido de los latidos de su corazón. Pensó que era increíble que en ningún momento del día se detuviera a escucharlo, teniendo en cuenta que eso era lo que la mantenía viva. Escuchó y sintió cómo el aire entraba y salía de su cuerpo. Sintió su lengua descansando sobre su paladar, mientras sus labios se entreabrían y sus dientes se separaban un poco. Sintió el peso de su cuerpo, cómo se apoyaba cada parte sobre el lugar donde estaba tendida. Y así, poco a poco, comenzó a distenderse, a desestresarse, a encontrarse con su mundo interior.
Viajó al lugar de sus sueños. Sola. Sin su marido, sin sus hijos, sin amigos, sin nadie. Corrió praderas, se bañó en mares, se empapó con el sol y se refrescó con la brisa. Fue a Paris y vio la torre Eiffel. Estuvo en Venecia y se subió a una góndola. Se fue a Australia y saltó junto a un canguro. En la India, visitó el Templo Dorado y en Estados Unidos el Gran Cañon.
Y cuando estaba a punto de viajar a la luna y conocer sus cráteres de cerca, sonó el despertador, recordándole que los chicos debían ir al colegio y ella a trabajar. Como siempre. Como cada jornada, intentando encontrar en el día un rato de paz.

7 comentarios:

  1. Sweet. Enjoy the silence. Parece que yo también estaba flotando en tu relato y me despertaste con el final. Amargooooooooooo!!!

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  2. Uy, y justo hoy que estabas tan "amoroso"! Sorry! La cruel realidad, Pulgarcito!
    Beso!

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  3. Lo importante es la ficción que consigue atraparte. Beso.

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  4. Nena, que los sueños se nos hagan realidad. Por ahi nos encontramos y viajamos juntas, y nos vamos de joda como hace 20 años atrás. Que decís? Aceptas mi invitacion? Te espero con un medio y medio de Roldos en la esquina de algún sueño villano, robándole horas a la cotidianeidad ;) .

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  5. me apunte para ver tu respuesta. No faltes a mi cita !!

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  6. Amiga, si mi inconsciente me lo permite, lo haré esta noche. Si no es así, lo soñaré despierta. Pero seguro que a tu cita no falto. Besos y chin chin

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